Carta a mi Madre

Madre querida, madre adorada:

No lloramos por tu ausencia sino por tu partida, porque tú no te has ido. En nuestras mentes y en nuestros corazones siempre vivirás.

Dicen que el problema es que tenías grande el corazón, yo digo que no era una enfermedad ni un problema, era un don. Porque tú tenías un corazón donde había cabida para nosotros, para tu familia, para los amigos que se convirtieron en familia e incluso para los desconocidos, porque fuiste esa mujer noble siempre dispuesta a ayudar al prójimo, siempre de manera desinteresada y de corazón.

Gracias madre por enseñarnos el buen camino, por los valores que nos inculcaste y por mostrarnos la diferencia entre el bien y el mal, por enseñarme a ser un hombre de bien, un hombre trabajador y a ser el hombre de la casa. Prometo no defraudarte y sacar adelante a nuestra familia, te prometo que hare todo a mi alcance para que Mitzi sea una gran mujer como lo fuiste tú. Porque ella es campo fértil donde sembraste tus valores, ideales y convicciones con los que tú creciste y todo lo que se siembra algún día se cosecha.

Ahora tengo la plena seguridad de que de ese gran corazón hay un cachito que vive dentro de cada uno de nosotros y latirá con fuerza toda nuestra vida.

Soy afortunado porque tuve la oportunidad de platicar contigo y despedirme, y le doy gracias a Dios por estos los 20 mejores años de mi vida y sé que también fueron de gran amor y felicidad para mi hermana.

No guardo coraje ni resentimiento ante nuestro Dios, yo ya le había ofrecido tiempo atrás mi vida en sacrificio y si aún así Él quiso llevarte no soy quien para cuestionarlo aún y cuándo no soy capaz de comprender sus designios.

Le pido que nos de fuerza para sobrellevar todas las cosas que se presentarán en nuestro futuro, y sabiduría para entender el porqué y comprender que debemos hacer en nuestras vidas y caminos. Gracias Señor por prestarnos estos años al ser más maravilloso que iluminó nuestras vidas.

No voy a negar que te vamos a extrañar mucho madre, extrañaremos tus cariños, tus regaños, tus abrazos, tus palabras de aliento, tus consejos, tu todo.

Hoy se apaga una luz en nuestros senderos y se enciende una estrella en el cielo de nuestras vidas.

Yo no te escribo canciones ni poesías,

pero te escribo esta carta

con gran melancolía,

porque fuiste sabia mujer

y grata fue tu compañía.

Porque vives en nuestros corazones

y juntos viviremos día a día.

… Y aunque estamos tristes, nos queda la alegría de haberte tenido en nuestras vidas, porque tu vida fue de entrega y sacrificio, poniendo todo tu esfuerzo en ver que no nos faltara nada, y ahora sabemos que te encuentras en la morada celestial, dónde encontrarás alivio a tus aflicciones, tristezas y preocupaciones y en donde un día hemos de volver a verte.

Te vas, madre, sólo con un rosario, sin alhajas ni joyas, ni nada ostentoso, sin cosas innecesarias para tu ahora morada, pero nos dejas con grandes ríquezas morales y espírituales que serán la fuerza que nos ayude a lograr los sueños y metas que tú hubieras querido que alcanzáramos; madre, serás recordada por tu gran nobleza y enaltecida por la ríqueza de tu espíritu.

Vienen nuevos y duros retos, pero hemos de seguir adelante tomados de la mano de Dios y con ayuda de todos los amigos y familiares que hoy están aquí para dar una muestra de su afecto por todo ese amor y simpatía que siempre nos regalaste.

A todos los presentes nos dejas un gran legado de amor, sencillez, paz, enseñanzas y tantas grandes cosas por las que hoy ite damos GRACIAS!

Termino así, no sin antes decirte que esta será la primera de muchas cartas de nosotros hacía a ti por medio de nuestras oraciones, dónde le agradeceremos a Dios inmensamente por todos los días de vida que te concedió a nuestro lado.

Tus hijos, que te aman.

Comments

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *